MUCHO MÁS QUE UN LUGAR:
Presente y futuro de nuestro santuario
Nuestro Santuario
presente y futuro
Juanan Frías
El primer escolapio que llegó a Peralta fue el P. Luis Cavada, hombre culto e ilustrado y, en ese momento. P. Provincial de la Escuela Pía de Cerdeña, que se encontraba fundando el colegio de Barbastro. En las “Crónicas de la Provincia de Cerdeña” que se guardan en el Archivo general de Roma escribieron en castellano:
passó con·su compañero á·la villa de Peralta, y fueron los primeros, que lograron la dicha de entrar, y besar el suelo de las casas donde nació el Venerable Padre, cuya imagen allaron colgada junto al Altar mayor de la Iglesia Parroquial, donde quizieron, que en todos modos predicara el dicho Padre Provincial con gran consuelo de sus deudos, y de todo el pueblo, por ver un hijo de un Patriarca su pariente y paysano en el púlpito”.
Desde el primer momento los escolapios que llegaron a Peralta sabían cuál era la casa en la que había nacido el santo; aquella casa, que Pedro Calasanz había recibido como dote de su mujer María Gastón, situada en la “era de la fuente”, como lo atestigua un documento del siglo XVI. Todavía no era santo, pero ya tenían el deseo de comprarla para después construir una capilla santuario en su honor.
El 18 de agosto de 1748, José de Calasanz fue beatificado, las fiestas celebrando este acontecimiento fueron solemnes y muy numerosas en todos los colegios y lugares calasancios. En Peralta la alegría del pueblo se celebró con actos religiosos, reparto de comida, música de orquestas y el ruido de cohetes y morteros.
A pesar de las estrecheces económicas por las que pasaba la comunidad, y con gran esfuerzo se compró en 1.760 la casa donde había nacido el santo y poco después las vecinas, con la intención de construir un pequeño santuario dedicado a la memoria del santo, que fue canonizado el día 16 de julio de 1767. La primera capillita, sencilla y humilde se construyó en 1799, siendo más que un lugar de culto un espacio de recuerdo y veneración. Poco a poco se fue agrandando y embelleciendo y en 1872 tenía ya el estilo y fachada con que hoy la conocemos. Por fin en 1902, por iniciativa del Cardenal Mistrangelo y, sobre todo, del P. Eduardo Llanas se reformó, se adornó con pinturas y se completó el conjunto con el monumento, verja y estatua que se encuentran en la plazoleta delante del santuario. Finalmente a causa de los destrozos producidos durante la guerra civil la última gran reforma se hará el año 1944.
Esta capilla construida sobre su casa natal es el centro del santuario de San José de Calasanz de Peralta de la Sal. Un lugar, en tierra aragonesa, que tiene proyección internacional ya que en muchas y diversas ocasiones ha congregado a escolapios de varias provincias de la orden y peregrinos de diversos países del mundo. Al haber nacido aquí el santo, este hecho marca desde el inicio la presencia escolapia en Peralta y marca también inevitablemente la vida de este pequeño pueblo. Y aunque esta comunidad ha ejercido diversos ministerios y tareas, el hecho de ser la patria del santo aparece siempre como determinante en su vida. Es algo que no se puede olvidar y está siempre en el fondo de lo que se hace, como bien lo expresa el dístico latino que se puso en el santuario: “Aquí nació José,… aquí donde estuvo su cuna…”.
¿Acaso esta presencia de José Calasanz Gastón, como seguidor de Jesús, no es algo que debería iluminar la vida de todos los escolapios allá donde se encuentren? Esta presencia es lo que ha intentado modestamente hacer el santuario de Peralta de varias formas y en una doble perspectiva: la de José Calasanz como educador y como santo. Pero hoy, desde esa misma historia, nos nace la pregunta que desafía: ¿Cómo ser un santuario en el siglo XXI? Me atrevo a apuntar dos características importantes abriendo así una reflexión para todos.
La palabra santuario la usamos de muchas maneras. Hablamos de santuarios de la naturaleza, de la música, del mar, de la gastronomía … y, por supuesto, de santuarios religiosos. Pero hay unas características que permanecen, porque son inherentes a todo santuario. La primera es que siempre es un lugar en el que conectamos, nos encontramos, con algo importante o fundamental para nuestra vida. Un lugar concreto y palpable que va más allá de la rutina para ser significativo, de alguna manera, a quien lo visite. En el caso de Peralta de la Sal, sería un lugar para encontrarnos con José Calasanz Gastón, como testigo de Jesús, raíz e inspiración para nosotros como orden escolapia que somos. Otra característica es que a los santuarios se va peregrinando, de diversas formas, por diversos caminos, pero como peregrinos, con una motivación diferente al turista, y recordemos que la peregrinación ha sido siempre una práctica vivida en todas las religiones.
A lo largo de muchos años este sencillo santuario escolapio ha sabido adaptarse y resituarse a las diversas circunstancias que le ha tocado vivir, manteniéndose siempre fiel a sus principios, siendo una pequeña luz que no nos deja olvidar a José Calasanz y al lugar que le vio nacer, Peralta de la Sal.
Es nuestro más humilde y ferviente deseo siempre siga siendo así.